Una calle sin nombre. Infancia y otras desventuras búlgaras

Traducción de Ernesto Rubio

¿Por qué es todo tan feo? Eso le preguntó la niña a su madre mientras divisaba, desde el balcón, un horizonte de fango y cemento, un laberinto gris de edificios plúmbeos como centrales nucleares que perfilaban el siniestro skyline de Sofía y condensaban el espíritu del comunismo búlgaro: ideales elevados, cimientos carcomidos.

Muchos años después, la escritora Kapka Kassabova regresa a su Bulgaria natal para adentrarse en el corazón de la memoria y tratar de responder aquella pregunta que un día hizo desde el balcón de un bloque en el que ingenieros, obreros y psicópatas convivían democráticamente con las cucarachas. A su piso de dos habitaciones en una calle cuyo nombre nunca llegó a saber.

Con el trazo íntimo de una prosa delicada y ácida, Kassabova ofrece el testimonio de un desarraigo personal en mitad de una Bulgaria donde el comunismo pervive como un cerco indeleble en el urbanismo y la memoria colectiva. Una calle sin nombre es el viaje —literal y literario— en busca de un hogar que ya no existe, de las ruinas de un sistema demolido y de una identidad maltrecha por la huida y el exilio.

¿Qué queda del mundo que dejó atrás? De Chernóbil y sus estragos. De la fascinación por los souvenirs de Occidente. De la sospecha ante la propaganda. Del estigma de sentirse los pobres de Europa. De los sueños de una sociedad y una familia arrolladas por la Historia.

«La misteriosa capacidad que Kapka Kassabova tiene para evocar su infancia en toda su intensidad y pureza nos da una imagen única de cómo era crecer en un país satélite de la URSS».

_ Clive James

«Una confesión emocional, irónica, oscura… una conmovedora y dolorosa odisea».

_ Sofka Zinovieff, Times Literary Supplement

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Primera edición: septiembre de 2020
Colección: Caja Alta
Género: memorias / crónica
ISBN: 978-84-17496-30-2
PVP: 20,90 €
Formato: 14 x 21 cm. | rústica con solapas
Páginas: 340

Teníamos carnicería, panadería, guardería, verdulería, tienda Universal, tienda de bebidas… ¿Qué más daba que estuvieran en las plantas bajas de los bloques o en los trafoposts: los pequeños edificios de cemento con aspecto de búnkeres llamados así porque fueron construidos para alojar los transformadores eléctricos del barrio? ¿Qué más daba que la carnicera solo tuviera carne picada y unas patas sanguinolentas envueltas en áspero papel de estraza? ¿O que en la panadería solo hubiera pan de dos clases: blanco e integral? ¿O que la tienda Universal permaneciera universalmente vacía de no ser porque acababa de llegar, pongamos por caso, un sofá cama plegable? ¿O que la tienda de bebidas solo vendiera limonada y cerveza? Te gustaba la limonada, te gustaban las albóndigas y en casa ya tenías un sofá cama. No te faltaba de nada. Ni había nada que quisieras. Al fin y al cabo, no sabías que existiera algo que pudieras querer.

 

La traducción de este título ha sido posible gracias a la ayuda del programa de traducción Publishing Scotland.
The translation of this title has been made possible with the help of the Publishing Scotland translation fund.

 

 

 

 

 

 

 

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