Colonización. Historias de los pueblos sin historia

_Marta Armingol y Laureano Debat

A mediados del siglo xx, cincuenta y cinco mil familias españolas dejaron su hogar atrás para instalarse en casas de pueblos recién construidos. Aquellos asentamientos levantados junto a páramos, desiertos y ciénagas recibieron el nombre de «pueblos de colonización». Eran una pieza fundamental del plan del régimen de Franco para poblar las zonas rurales vacías y hacer de sus tierras yermas campos productivos. Alrededor de ellos se crearon canales, pantanos e infraestructuras para el riego. Se parceló la tierra y se ofreció adquirirla, cultivarla y habitarla a quienes de otra manera jamás habrían sido propietarios. El éxodo de aquellos colonos supuso un movimiento migratorio sin precedentes, hoy injustamente olvidado.

Más de sesenta años después, Marta Armingol y Laureano Debat han recorrido España para recoger los testimonios de los primeros pobladores que aún viven, de los que ya nacieron allí y de los colonos que siguen llegando de nuevas geografías. El resultado es la historia colectiva de estos pueblos jóvenes, pero también un viaje por un territorio desconocido e incluso un inventario del urbanismo que arquitectos como José Luis Fernández del Amo o Alejandro de la Sota fraguaron al mezclar los materiales y las formas locales con las ideas de la Bauhaus y el arte contemporáneo.

Pasear por Colonización es caminar por las calles ordenadas en cuadrículas de edificios blancos. Adentrarse en las iglesias para contemplar los retablos, las vidrieras y los murales en los que trabajaron artistas republicanos durante la dictadura. Recorrer un espacio en pugna con los símbolos y los nombres de herencia franquista; con la despoblación y con la fuerza avasalladora del turismo. Escuchar las voces de quienes lo dejaron todo por la promesa de hacer habitable el desierto.

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Primera edición: mayo de 2024
Género: crónica
ISBN: 978-84-17496-81-4
PVP: 22,5 €
Formato: 14 x 21 cm. | rústica con solapas
Páginas: 288

Pasamos por la calle Constitución, que antes era la del Generalísimo, y atravesamos la calle Príncipe de Asturias, la antigua José Antonio Primo de Rivera. En la oficina del ayuntamiento, el alcalde no está o no puede atendernos. Así que le preguntamos a la administrativa que nos atiende detrás de la ventanilla qué opina del cambio de los nombres, le contamos que venimos de Villafranco del Guadiana. La mujer nos dice que tampoco se puede borrar la historia, que hay cosas más importantes en las que pensar, ¿no? Y nos muestra los sobres que aún conservan para el envío de correo oficial: «Guadiana del Caudillo» pone en todos. Aún les quedan muchas cajas de antes del cambio de nombre y, para no tirarlos, ella misma se toma el trabajo de borrar el apellido con típex, sobre por sobre. Cuando se acuerda, porque a veces se le olvida.

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