Tan tonta

Carlos Catena Cózar

Una au pair llega a una casa extraña en Dublín. A su cargo tiene a un niño que en mitad de la noche llora en un idioma que la cuidadora no comprende. La han contratado para que lo arrope y lo consuele, y ella está dispuesta a educarlo y protegerlo, pero todo a su alrededor comenzará a adquirir una forma amenazante. Los gestos de cariño se confundirán con silenciosas violencias. La educación se volverá opresiva. El cuidado, siniestro.

La desubicación, su dificultad para hacerse entender y el desconcierto que todos parecen mostrar ante el comportamiento del niño llevan a la protagonista a encerrarse en su propia voz. Es ella misma la que cuenta, juzga y desconfía de todo y de todos, especialmente de sí misma. Y al narrar arrastra por la página un torrente de dudas, omisiones y traumas que desplazan la frontera entre lo real y lo imaginado.

Tan tonta es una historia de fantasmas sin fantasmas. Una novela atravesada por pasados inciertos y pasillos que menguan con el ánimo de la protagonista. La prosa de Carlos Catena Cózar bebe de la afilada atención de Sara Mesa para detectar heridas abiertas y de la depurada ambigüedad de Henry James. Desde ahí ha inventado, con una maestría deslumbrante para una primera novela, un espacio psicológico que se desenreda como un laberinto de espejos.

 

«Carlos Catena Cózar es un escritor inquietante, por su manejo literario de la intriga y también por su sugestiva indagación de los bordes afilados de los cuidados» _ Gonzalo Torné

«Tan tonta es una novela sobre los límites de la ternura y Carlos Catena un explorador audaz del extraño lugar donde los afectos se corrompen» _ Alba Carballal

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Primera edición: 0ctubre de 2023
Colección: caja baja
Género: novela
ISBN:978-84-17496-82-1
PVP:  18,9€
Formato: 14 x 21 cm. | rústica
Páginas: 168

Aquello fue todo una casualidad con mala leche, una serie de razonamientos lógicos que carecían de toda lógica o relación con la realidad, y sin embargo es como si hubiese ocurrido realmente, al menos así lo siente mi cuerpo. El ambiente me parece irrespirable y, sin querer, acabo intentando pasar el mínimo tiempo posible fuera de mi cuarto. En ausencia de alguien que limpie, la moqueta de toda la casa desprende nubes de polvo al pisarla, en las esquinas de las habitaciones se forman pelusas y en la cocina empiezan a acumularse los olores de comidas que, si bien por separado no serían desagradables, soy incapaz de soportarlos combinados. El niño ya no me requiere, busca solo al padre, y cada noche tengo que aguantar las carcajadas de los dos en la habitación del ordenador, en la sala del piano o en el salón, mientras yo miro al techo y me aburro en los noventa centímetros que mide de ancho mi cama.

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