Viaje a Liberland

_ Timothée Demeillers
_Grégoire Osoha

Traducción de Palmira Feixas

Hay lugares en el mundo que no pertenecen a ningún país. Son terra nullius, tierras de nadie. En Europa hay una, entre Serbia y Croacia, en la orilla oeste del Danubio. Su nombre es Gornja Siga. Para los pescadores locales no es más que un barrizal, pero para Vít Jedlička y sus amigos libertarios es un espacio virgen para la imaginación. El suelo soñado sobre el que levantar su micropaís: Liberland.

El lema nacional es «Vive y deja vivir» aunque bajo la brillante promesa de libertad yace el deseo de crear un paraíso fiscal que tiene por nuevos dioses al bitcoin y a la propiedad privada. Una utopía anarcocapitalista en el tuétano de Europa, justo en la frontera entre dos países que aún intentan reparar el desgarro del nacionalismo y que ven con horror la estampa de una nueva bandera ondeando junto al Danubio.

Timothée Demeillers y Grégoire Osoha han viajado hasta allí para narrar los contratiempos y las derivas de Liberland y su presidente Vít Jedlička. Un personaje quijotesco que vive en una eterna gira mundial para recabar financiación y reconocimiento. Que ve la investidura de Donald Trump desde las primeras filas. Que da conferencias en think tanks de ultraderecha y es aplaudido por salones de criptoentusiastas. Que intenta participar en la Copa Mundial de Fútbol de las naciones no reconocidas junto a Abjasia, Rutenia subcarpática o Laponia. Que colabora en un concurso de belleza organizado por proxenetas en el que oportunamente gana Miss Liberland. Que se mueve con soltura en una red de falsos cónsules, políticos de pega y estafadores profesionales. Viaje a Liberland cuenta la odisea de un país ilusorio y la de sus ciudadanos alucinados con la libertad y el dinero.

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Primera edición: junio de 2023
Colección: Caja Alta
Género: reportaje narrativo
ISBN:978-84-17496-78-4
PVP: 19,50 €
Formato: 14 x 21 cm. | rústica con solapas
Páginas: 276

Al presidente Vít Jedlička, todas estas cuestiones ideológicas apenas le interesan; él está volcado en la acción, no en el debate. De hecho, tras un año de actividad, el foro de Liberland acaba cerrando. «Era una auténtica jaula de grillos. Había demasiados troles, demasiado correo basura. Una persona se dedicaba durante ocho horas al día a supervisar el foro con el objetivo de suprimir todos los mensajes conflictivos. La verdad es que no había suficientes mensajes interesantes como para dejarlo en funcionamiento». Lástima, porque nunca sabremos la respuesta a una de las últimas preguntas planteadas en el foro (justo después de que un tal Chino pidiera explícitamente que no le consideraran comunista y un Esloveno propusiera el restablecimiento de los duelos con pistola para resolver los conflictos): «¿En Liberland está permitido darle por el culo a una cabra?»

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