El escritor israelí Yuval Noah Harari apuntó en sus 21 lecciones para el siglo XXI que una de las consecuencias inminentes que traerá la creciente automatización de los oficios y la inestabilidad laboral es la creación de una nueva clase de personas cuyo padecimiento no sería ya la explotación, sino algo mucho peor: la irrelevancia. Una clase compuesta por personas orilladas, desfasadas, improductivas y sin un ápice de poder político. Guillermo Abril toma prestado el término de Harari para ampliarlo, hacerlo más rico y, sobre todo, ponerle voz y rostros.
La irrelevancia es el sentimiento de los que no importan, de los excluidos y de quienes habitan en los márgenes. De aquellos que sufren nuevas formas de explotación en un mundo de creciente desigualdad, regido por la confianza ciega en las finanzas, la capacidad de computación y la inteligencia artificial. La irrelevancia funciona también como una fina línea. Traza una frontera difusa y apenas perceptible: mientras en un rascacielos de la City un programador diseña un algoritmo, abajo, sobre el polvo del asfalto, un rider pedalea a las órdenes del código, un usuario accede a la noticia falsa recomendada y alguien se juega la vida al saltar una valla de espino atraído por la promesa de paz y seguridad.
Los irrelevantes es un libro en movimiento, un gran reportaje que recorre Trípoli, Shenzhen, Hong Kong, Madrid, Los Ángeles, Adís Abeba, Kigali, Palmira y Londres en busca de voces e historias que nos expliquen el presente. Abril ha trabajado durante trece años como reportero para El País Semanal, viajando por todo el mundo y tratando de dar cuenta de la maraña de causas, motivos y responsables que dan forma la actualidad mundial. El libro, reflejo de una época hiperveloz y caótica, descubre la complejidad de esta jungla global en la que la responsabilidad de la violencia y el hambre quedan diluidas. Donde las consecuencias de ciertas decisiones ocurren a miles de kilómetros de distancia y los algoritmos que rigen las grandes corporaciones operan como cajas negras cuyo funcionamiento ignoran incluso quienes las crearon. Entre otras muchas cuestiones, el autor se pregunta: ¿qué tiene que ver el grito de esta niña siria recién rescatada en medio del mar con el botón de like diseñado en Silicon Valley? ¿Y el coche eléctrico con el Estado Islámico?
En sus páginas se van sucediendo multitud de escenas, personajes e historias a un de manera calculada para componer un caleidoscopio contemporáneo. A través de breves fragmentos independientes pero coherentes y conectados entre sí, Guillermo Abril va poniendo en relación distintas latitudes y momentos de nuestro pasado reciente. «Conectar los puntos se ha convertido con los años en la filosofía de trabajo que comparto con Carlos Spottorno: visitar el punto A, el punto B, el punto C. Contar lo que uno ve, transmitir lo que han relatado los entrevistados, tratar de que vuelen libres las neuronas y crucen el abismo y unan los nodos, y quizá entonces las cosas cobren sentido», apunta el autor en las primeras páginas. Esta es su manera de proceder para explicar un mundo en el que todo sucede a la vez y se actualiza a cada segundo.
En la estela de Slavoj Zizek y de Thomas Piketty, el autor señala las incongruencias de un capitalismo globalizado. Sigue a quienes dejan sus hogares a causa de la guerra y el hambre y llegan a países más seguros para acabar pedaleando o viviendo en chabolas junto a los campos de invernaderos en los que faenan. Atiende a cómo esos movimientos migratorios despiertan sentimientos nacionalistas y discursos fascistas en los países de acogida, en parte canalizados por cadenas de whatsapps con noticias falsas y la manera en la que los algoritmos convierten a las redes sociales en cámaras de eco que reduplican los mensajes de odio.
Esta es sola una de las maneras en la que la tecnología, el auge de discursos reaccionarios y el capitalismo global mantienen una tensa relación de realimentación. Los irrelevantes es una crónica periodística de nuestro tiempo que viaja de un punto a otro del planeta para tratar de comprenderlo. Y para ello, Guillermo Abril ha escuchado al presidente de Libia y los que son tratados como esclavos en ese mismo país; a quants y a riders; a capataces y a jornaleros; a gente con voz y poder, pero sobre todo a quienes están al borde de la irrelevancia. Entre otros muchos, aquí se encuentran los jóvenes europeos que partían rumbo a Siria para combatir en la yihad; los charlatanes tecnoutópicos que preconizan la muerte de la muerte; los migrantes explotados en los invernaderos almerienses; las praderas de ordenadores en los que se cifraron los productos financieros que detonaron la crisis del 2008; las ruinas de las fábricas de Detroit y el bullicio del mercado de componentes electrónicos de Huaqiangbei.