El libro de los venenos llega a las librerías

Una enciclopedia portátil sobre las drogas, su historia y sus usos y abusos de la mano de uno de los mayores expertos sobre la materia, Antonio Escohotado

En enero de 1988, Antonio Escohotado fue condenado a dos años y un día de cárcel por hacer de intermediario en una venta de cocaína en la que participó coaccionado por los mismos policías que le terminaron deteniendo. Cumplió sus meses en régimen de aislamiento, acompañado tan solo por un ordenador Amstrad y dos maletas repletas de fichas bibliográficas y apuntes. Allí escribió su monumental tratado sobre las drogas. Más de mil quinientas páginas en tres volúmenes. Sin duda, la obra más importante escrita hasta la fecha sobre los fármacos y la tensa relación que desde la Antigüedad los ha unido a la economía, la política, la medicina, la sociedad y la religión. El trabajo teórico fue completado con su reverso práctico: Aprendiendo sobre las drogas. Una obra en la que explicaba minuciosamente la posología, los riesgos y los usos recomendables de las sustancias más consumidas y en la que vertía todo el conocimiento adquirido con la experimentación en sus propias carnes a lo largo de los años.Este Libro de los venenos recupera como homenaje el título primero con el que se publicó Aprendiendo con las drogas en 1990, que a su vez referenciaba al tratado de toxicología atribuido al médico y farmacólogo del siglo primero Pedanio Dioscórides Anazarbeo. Y aunque este, como los otros, tenga la misma ambición de despejar la oscuridad en torno a los fármacos, se trata de un libro distinto. Este Libro de los venenos: las drogas de la A a la Z es una selección de fragmentos y pasajes de la obra de Antonio Escohotado; un volumen manejable que permita a quien lo desee componer una imagen panorámica de la cuestión. Con los mimbres de Historia general de las drogasHistoria elemental de las drogas y de Aprendiendo de las drogas, hemos dado forma a un texto que recoge por igual la voluntad de contar el pasado de las drogas como de ofrecer información útil sobre los usos y abusos de las distintas sustancias. Tanta importancia tiene la historia del opio y de la cocaína como su posología y sus efectos secundarios.En 1996 se emitió en la televisión francesa un documento póstumo de Gilles Deleuze en el que el filósofo iba comentando un tema por cada letra del abecedario con un lenguaje claro y accesible para cualquier espectador interesado. En este libro, el editor Raúl E. Asencio recupera aquella manera de organizar el conocimiento. Cada entrada está dedicada a una sustancia o a un concepto relacionado con las drogas, y cada una de ellas está confeccionada con distintos fragmentos procedentes de las obras del filósofo Antonio Escohotado. Entre otros muchos temas, están los hongos que se tomaban en los misterios helénicos a los que acudieron Platón, Aristóteles, Cicerón o Adriano. La ola prohibicionista orquestada por los Estados Unidos durante el siglo XX. La relación que literatos como Edgar Allan Poe o Baudelaire tuvieron con el hachís o el opio. Los márgenes de seguridad, la toxicidad y la posología de sustancias como el alcohol, la cocaína, la LSD o la MDMA.

La historia de Antonio Escohotado

Era marzo de 1982. El programa La clave de Televisión Española había organizado una tertulia para discutir sobre las drogas. Un tema que, a decir del moderador, José Luis Balbín, preocupaba cada vez más en las casas, los colegios y los Parlamentos. En el plató había abogados, gestores de asociaciones que ayudaban a los adictos, teóricos del abuso, el jefe de la Brigada Central de Estupefacientes y un joven Antonio Escohotado. Lo presentaron de manera equívoca —profesor universitario; lector de Hegel, Marcuse y los presocráticos; editor y traductor al español de los Philosophiæ naturalis principia mathematica, de Isaac Newton— como si lo que realmente justificara su presencia no tuviera que ver con el dato al que Balbín volvió hasta en tres ocasiones. Llevaba desde 1970 viviendo en Ibiza. Y allí, no tardó en puntualizar, se pudo «enterar algo de lo que se puede relacionar con la droga». En la isla había fundado con el dinero de la herencia de su madre la célebre discoteca Amnesia y llevaba a cabo una revolución sexual rodeado de un entorno poblado por artistas contestarios y regado de hachís afgano y LSD. Su papel ante las cámaras pasaba por ser, como años más tarde escribiría en sus memorias ibicencas, el «único contertulio con experiencia de primera mano sobre lo que la opinión pública empezaba a considerar Enemigo Número Uno».Once meses después de la emisión, un viejo amigo de Madrid se presentó en su casa de Ibiza. No iba solo. Sus dos acompañantes llevaban un maletín cargado de billetes y una Smith & Wesson del calibre 38. El mensaje estaba claro: allá donde la seducción de dinero no llegara, podría hacerlo la violencia. Querían que hiciera de garante en una compra de cocaína. Lo que entonces no tenía forma de saber es que en el maletín había fondos reservados del Ministerio de Interior y que enfrente tenía a un agente encubierto. De poco sirvió que rechazara la comisión que le ofrecían o que tratara de zafarse dándoles el contacto del traficante corso-marsellés de la isla para que siguieran sin él de allí en adelante. Al día siguiente, en la terraza de un restaurante cerrado por obras, justo después de que lo invitaran a probarla y de que esnifara la cantidad suficiente como para saber que se trataba de un producto de ínfima calidad, lo detuvieron.En los cinco años que pasaron hasta la resolución del juicio, Escohotado aceleró el ritmo de estudio y escritura. Publicó cuatro libros y preparó las fichas y el material necesario para redactar un gran tratado sobre aquello que lo llevaría a prisión. La condena por «tráfico de drogas en grado de tentativa imposible» a dos años y un día de cárcel se terminó saldando con un año en el penal de Cuenca, cuyo alcaide le había garantizado un régimen de aislamiento y permiso para meter en la celda un ordenador Amstrad con lector de disquetes cuya capacidad de almacenamiento apenas llegaba a la docena de folios.Al recordar aquellos días, Escohotado contaba que la condena equivalía a la exclusión social y que, según su lógica del momento, solo el trabajo lo rehabilitaría: Describió aquellos meses como un regalo de tiempo incompartido o como unas vacaciones pagadas pero cochambrosas. Para cuando recuperó la libertad, había redactado los tres volúmenes de la primera edición de la Historia general de las drogas. Dos de ellos ya estaban en las librerías y el tercero se encontraba en la imprenta. Se trataba de un libro de más de 1500 páginas en el que se daba buena cuenta de la estrecha relación que desde la Antigüedad ha unido a las drogas con la política, el derecho, la economía y la religión. «Un superventas útil para calmar la histeria farmacológica», como llegó a decir el autor. La hazaña supuso un hito intelectual de tal magnitud que, de una forma u otra, quien lo escribió quedaría vinculado al tema tratado de por vida. Desde entonces han visto la luz decenas de ediciones, y su versión abreviada, Historia elemental de las drogas, ha sido traducida al inglés, al francés, al italiano, al portugués, al búlgaro y al checo.

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