Aldo Manuzio es para muchos historiadores y tipógrafos el primer editor literario de la historia. Fue él el que mandó a su ayudante, Francisco Griffo, que ideara un tipo de letra que ocupara menos espacio. Una letra inclinada que imitara la letra manuscrita bastarda -una caligrafía degenerada de la cancilleresca, de uso preferente durante el Renacimiento- para así poder componer libros más pequeños y compactos que los de folio. Nacieron así los libros en octavo, un tamaño muy parecido con el que hoy se editan los de bolsillo. Aquella tipografía se llamaba bastardilla.
De ahí mismo viene el título de nuestra colección de libritos. Libros que de algún modo buscan su parentesco allí, en su brevedad, pero también en el lema de la imprenta aldina «Festina lente», un proverbio latino que podríamos traducir como «Apresúrate despacio» y en el que estaba contenida la voluntad de Manuzio de dedicar la atención y el aprecio que cada texto requiere.
Aunque el título también tiene un sentido irónico. Los libros de la colección bastardilla están degenerados, son bastardos de otros géneros y otras formas de escritura. Son ensayísticos y narrativos, confesionales y ficticios, poéticos y rigurosos, y todo a la vez.
Un recorrido por la colección bastardilla:
El autor de este ensayo tiene una enfermedad en la mirada. Es incapaz de reconocer las caras y recordar los espacios. Camina y las avenidas se retuercen sin llevar a ningún sitio. Pasea y la memoria colapsa ante las plazuelas, los callejones y los parterres. Para él, la ciudad es un laberinto que se renueva a sus espaldas. Cuando se gira, ya es otra.
Su desconfianza hacia lo que cree haber visto le obliga a leer lo urbano con una lucidez burbujeante. Los problemas de la ciudad emergen entre las constantes remodelaciones, el turismo y la nostalgia castiza. Juan Gallego Benot inaugura aquí un tipo de flâneur en el que la ciudad recorrida carece de forma permanente. En su ausencia, la narración y la poesía vienen a ocupar el lugar de las imágenes. Estas páginas dicen recorrer Londres, Sevilla o Madrid, pero en realidad erigen su propia urbe. Un lugar levantado con inteligencia, atención y lenguaje.
Llegir fereix com una daga o com una fletxa que entra dins del cor. Els llibres són perillosos si es llegeixen amb la intensitat amb què es viu, i la protagonista d’aquest assaig ho fa amb voracitat, fins a l’extenuació. Sense mètode ni tècnica. Fins i tot el que no entén.
En aquestes pàgines, l’autora es desdobla en una munió de lectores. Els seus noms –Bulímica, Malaltissa, Submisa, Somàtica i Amorosa– ens relaten la recerca d’una identitat que pren veu i cos mitjançant els llibres, l’amor, l’amistat i el sexe. Una odissea que transita des de la mort fins al desig de saber-ho i comprendre-ho tot.
Llegir mata és un assaig narratiu, erudit i subjugant amb el qual la Luna Miguel enfonsa el tall de la seva escriptura sota la pell, allà on s’esborren les fronteres entre la ficció i la memòria, la imaginació i la carn.
Leer es vagar por el desierto. Seguir las huellas que las palabras de otros se han marcado en la arena para encontrar a la intemperie aquello que ni se sabía que se buscaba. Fernando Castro Flórez desanda en este libro el itinerario de sus lecturas. Regresa a la biblioteca pública de Plasencia y a su obsesión infantil por copiar las entradas de la Enciclopedia Espasa-Calpe. A los libros de Marx y Nietzsche forrados con papel de periódico que hojeaba a escondidas. Al descubrimiento de la cita y de la nota a pie como rastro del placer de lo estudiado o la celebración de la lectura en familia. A pie de página es un ensayo en el que se funden humor, erudición y memoria. El elogio a una forma de lectura y escritura que toma por maestros a Borges, Maurice Blanchot, Rilke u Octavio Paz y que busca hacer visibles los enigmas y las preguntas más que las respuestas.
«Hay algo de memorialismo y de biografía en este ensayo, junto con reflexiones que nos dan una dimensión de lo que supone leer, de aquello que los libros nos dicen en nuestro pasado, cómo nos han acompañado, qué significa esa compañía.» _Gonzalo Gragera, en Diario de Sevilla
Leer hiere como una daga o una flecha que entra en el corazón. Los libros son peligrosos si se leen con la intensidad a la que se vive y la protagonista de este ensayo lo hace de manera voraz, hasta la extenuación. Sin método ni técnica. Incluso lo que no entiende.
En estas páginas la autora se desdobla en una multitud de lectoras. Sus nombres –Bulímica, Enfermiza, Sumisa, Somática y Amorosa– narran la búsqueda de una identidad que cobra voz y cuerpo a través de los libros, el amor, la amistad y el sexo. Una odisea que transita de la muerte al deseo de saberlo y comprenderlo todo.
Leer mata es un ensayo narrativo, erudito y subyugante con el que Luna Miguel hunde el filo de su escritura bajo la piel, allí mismo donde se borran las fronteras entre la ficción y la memoria, la imaginación y la carne.
«Un breve y descarnado ensayo narrativo sobre su personalísima relación de amor-odio con la lectura, la perspectiva literaria de la vida y los huecos que esta deja —o las verdades que revela— por el camino.» _Miguel Garrido Vega, en Zenda