Un viaje por veinte países en busca de las mejores cronistas en castellano

Criaturas fenomenales recoge a veintiuna escritoras nacidas a partir de los ochenta. Una compilación de crónicas fundamental para conocer cómo se está narrando el presente y sus disidencias en los países de habla hispana.

Criaturas fenomenales es un trabajo inédito en nuestra literatura. María Angulo Egea y Marcela Aguilar Guzmán han dedicado un lustro a rastrear el paisaje de la crónica escrita en castellano. Una búsqueda por más de veinte países para reunir a algunas de las voces más significativas de la crónica escrita en castellano. Las escritoras que conforman este volumen han nacido después de 1980 y han publicado sus textos en pleno siglo XXI. Pero no son nuevas por ello sino porque, como escribe Gabriela Wiener en el prólogo: «Son las que están aquí las que trajeron los nuevos temas, los nuevos aires, los nuevos cuerpos, los nuevos horizontes, las nuevas luchas, las nuevas palabras, las que siguen empujando la puerta fría, las que han acampado en el extrarradio».

El género de la crónica vive en un momento de esplendor. Cuando parecía que ya no tenía espacio en la prensa diaria, aparecieron medios y revistas especializados, editoriales que la acogían y la cuidaban en sus versiones más extensas y ambiciosas, premios, fundaciones y talleres que la enseñaban y la promovían. Desde mediados de la década de los noventa, esta atención ha ido creciendo y dando lugar a varias e importantes antologías, grupos y marchamos generacionales que recogían la obra de los escritores dedicados a contar la realidad con los mimbres y las técnicas narrativas de la ficción.

La Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, conocida actualmente como Fundación Gabo, acuño en una serie de congresos celebrados entre 2008 y 2012 la denominación «nuevos cronistas de Indias», que aunque contaba con mujeres, estaba compuesto en su mayoría por hombres. Aún con todo, aquellos encuentros supusieron un gran impulso para las trayectorias profesionales de las cronistas que figuraban en la nómina como Leila Guerriero y Josefina Licitra, cuyas crónicas «El rastro de los huesos» y «Pollita en fuga», respectivamente, recibieron el galardón de la Fundación Gabo.

Gabriela Wiener cuenta en el prólogo que ella y otros compañeros le dieron la vuelta al nombre para empezar a llamarse irónicamente y en la intimidad «los nuevos indios de la crónica». «Así, en masculino, como todo en esa época. La autodenominación quería ir más allá del giro, de ser mirados a mirar, de ser contados a contar; más allá de la ironía, más allá de la novedad. Era una especie de denuncia risueña, protodescolonizadora de las condiciones en las que solíamos trabajar los jóvenes cronistas durante la primera década del siglo XXI en América Latina», continúa contando la escritora. Se refiere a las condiciones de precariedad y falta de reconocimiento. «Éramos los contadores de historias del otro lado y los explotados de este».

Criaturas fenomenales  pretende ganar un espacio para la escritura de las jóvenes cronistas en castellano; un lugar desde el que narrar el presente desde la plena conciencia del género. Las voces de España, Argentina, Bolivia, México, Colombia, Chile, Ecuador, Perú, Uruguay, Paraguay, Venezuela, Guatemala, El Salvador, Honduras, Puerto Rico, República Dominicana, Panamá, Nicaragua, Cuba y Costa Rica conforman un coro fascinante y complejo en el que resuena la palabra de quien migra, cuida, limpia; de quien ha sido violada, secuestrada, golpeada; de quien hace memoria de todas ellas y de quien encuentra en el feminismo una forma de intervenir el mundo.

El libro se divide en cuatro capítulos que corresponden a cuatro bloques o categorías de análisis: tránsitos, cuerpos, violencias y huellas. Como explican las editoras: «Tránsitos recoge en esencia el signo de nuestro tiempo; del nomadismo, la migración y el cambio de ideología, de género, de formas de concebir el mundo. Habitar el tránsito y, así, en tránsito, caminar y vivir con un deseo permanente de transformación. Entre el aquí y el allí, justo en el intersticio, es donde se sitúan estas crónicas. Hablamos de cuerpos porque la experiencia empalabrada de estas crónicas atraviesa físicamente tanto a las autoras como a las protagonistas. Cuerpos que batallan y generan una escritura vociferante que construye y devela intimidad. Cuerpos embarazados, en movimiento, rotos, danzantes, en lucha, silenciados. Violencias porque son muchas las desigualdades, desprecios, violaciones y escarnios que retratan, incluso en primera persona, como hace Luisa Salomón en «Mi secuestro». Violencias explícitas e implícitas que construyen relatos de vida. Huellas porque estos textos encarnan una mirada arqueológica. Recuperan la memoria de las que fueron y la voz de quienes se han entregado a conservar su legado, sus tradiciones y la tierra que trabajaron».

Este volumen hay crónicas de Amalia del Cid, June Fernández, Daniela Rea, Marcela Ribandeira, Ana Teresa Toros, Ángeles Alemandi, Margarita García Robayo, Dunia Orellana, Natalia Sánchez Loayza, Irlanda Sotillo, Mónica Baró, María Fernanda Cruz y Hulda Miranda, Carolina Méndez, Elena Salamanca, Luisa Salomón, Ana Fornaro, Andra Ixchíu, Irma Oviedo Paredes, Indhira Suero, Arelis Uribe.

Suyas son las historias de la Caimana, con su pistolón al cinto, regente de una tienda de cohetes y fuegos artificiales, nacida con el nombre de Petronila del Carmen Aguirre Ocampo y casada siendo Pedro en un país en el que ni si quiera se hablaba del matrimonio homosexual. La vida de Irina, cuyo nombre cogió prestado de la enfermera rusa que la atendió en los primeros embates del ELA por ser la primera en escuchar su secreto: «ser hombre me está matando». La experiencia de las ancianas y cuidadoras forzadas a un encierro precario por la pandemia. Los usos y costumbres de las taxistas que se organizan y se protegen mientras conducen por las avenidas de Quito o Los Reyes. Del perreo revolucionario en Puerto Rico y de Ricky Martin, Residente, Bad Bunny, iLe y Tommy Torres haciendo conciertos para sacar a Ricardo Roselló del poder. Del abandono de la ciudad; de la ansiedad de la crianza y de la lectura y la literatura como formas de conciliarse con el mundo. De la salud mental, de los mecanismos con los que se afronta, se disfraza y camufla la locura. Del sida. De la explotación de las empleadas domésticas limeñas que luchan contra la consigna de que «no es necesario respetar los derechos de las mujeres más pobres, incluso si son ellas las que nos alimentan y lavan nuestra ropa interior». Del blower  y el cuidado del cabello como signo de estatus. De los cadáveres sin memoria ni nombre de El Salvador o del mundo de las cazaconcursos, mujeres pobres y ociosas que se pasan el día en las redes sociales participando en los sorteos de las marcas.

Lucía Lijtmaer ha dicho: «El libro que necesitábamos para continuar con una reparación histórica a partir de la ferocidad de las palabras. Una antología imprescindible». Y Patricia Almarcegui: «Lo que hacen Angulo y Aguilar estaba por hacer. La compilación de crónicas de mujeres: voces, cuerpos y horizontes nuevos y disidentes. Cómo es posible que no se hubieran recopilado antes. La historia sin ellas solo sería la del poder».

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